Mis libros >> Aproximación al Recuerdo >> 47

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47. ALGUNAS ANÉCDOTAS


Después de tantos años conviviendo unidamente, lógico es que se acumulen inmensidad de recuerdos y sobre todo de anécdotas que aun a pesar del tiempo transcurrido se conservan en mi mente frescas y con todo el buen sabor que en su día dejaron y que hicieron nuestro reír y asimismo fueron nuestro pasatiempo para poder así sobrellevar el duro internado.

La primera que me viene al pensamiento es la de la "violación", a saber, una noche en los dormitorios, donde dormíamos seis en camas individuales, y poco tiempo después de haber apagado las luces a las diez de la noche y haber mandado el oportuno silencio y al parecer cuando el cura que guardaba la planta ya se había retirado a su habitación a descansar una vez había estado paseando por el largo pasillo leyendo el breviario como todas las noches hacía, en ese momento Enrique Aguilar, mejor conocido por "Henri", que además de fenomenal amigo, mejor persona y estupendo compañero era asimismo un "cachondo mental", se le introdujo en su cama el tal Ballesteros, otro buen elemento aunque este merece un capítulo aparte, pues allá donde había un "fregao" allí sin duda se encontraba él, bueno pues en ese momento Aguilar comenzó a gritar en plan de broma "que me violan, que me violan", total, que una vez que el cachondeo era generalizado, se enciende la luz y aparece el cura y encuentra metidos en la cama a los dos, tapados hasta el cuello con la manta, con unas caras de susto que es muy difícil de describir, después de unos momentos tensos, creo recordar que hasta el cura empezó a reír, tomándoselo a guasa, pero me gustaría tener una foto de la cara que pusieron cuando se encendió la luz.

Otra anécdota extraordinaria o broma de mal o buen gusto según interpretaciones, se produjo una noche también en los dormitorios en la que unos alumnos (nunca se supo quienes fueron), decidieron recoger todos los zapatos del uniforme de los aproximadamente 80 alumnos que estábamos en la planta, correspondientes al vestuario que nos entregaban al empezar el curso y que dejábamos por lo general debajo de la cama y después de anudados todos y revueltos hicieron un montón y los depositaron en los aseos, así que por la mañana al levantarnos y al proceder a calzarnos empezaron a oírse voces, "mis zapatos, donde están mis zapatos", hasta que se descubrió donde estaban y entonces los primeros que llegaron pudieron escoger y retirar de su número por que los suyos seguro que no los encontró, todo el día fue un cambio interminable de zapatos como si de cromos se tratara, hay quien llevó zapatos del mismo número varios días, hay que reconocer que la broma tuvo "tela marinera" y su gracia.

Otra que tengo que mencionar fue la de la rapada de un compañero, de clase llamado Fernando Muñoz Martínez al que también una noche y como no en los dormitorios, serían las tres de la mañana y cuando se suponía que todo el mundo estaba durmiendo, alguien estaba haciendo de peluquero, y lo que no sé si fue por una apuesta o porqué sería, pero lo cierto es que entre unos cuantos le cortaron el pelo al cero y luego le pasaron una cuchilla por la cabeza, es decir le dejaron como una bombilla, aun recuerdo que me levanté para ir a los lavabos a eso de las cinco y al oír algo de ruido en una habitación me acerqué y vi el espectáculo dantesco que se ofrecía y me fui otra vez a la cama pensando "pensando madre mía la que se va a liar dentro de un rato", claro que se lió, al pelao lo mandaron un mes a su casa hasta que le creciera el pelo, a los peluqueros, entre ellos se encontraba Carlos San Millán (no podía faltar), no recuerdo si estuvieron castigados, seguramente, lo que si es que la broma tuvo su parte de gracia.

Esta que voy a relatar fue una broma que se convirtió en una especie de suceso que pudo traer consecuencias muy serias, resulta que de cuando en cuando el Colegio organizaba campeonatos de fútbol entre las distintas aulas que lo componían y al aula ganadora se le obsequiaba con algo especial, pero esta vez la mente obsequiante se pasó y al equipo ganador de los "Torneros", como casi siempre era, porque tenía el mejor equipo, le dieron por el cura de turno que lo organizaba una botella de coñac de dos litros, claro, las consecuencias ya se pueden imaginar: la castaña cogida por algunos jugadores fue de órdago, con decir que tuvieron que llamar al médico y creo recordar que la vista del estado sobre todo de dos también a algún familiar porque se temían lo peor, aquella vez me alegré de no haber ganado nuestra aula el campeonato, de todas formas yo estaba tranquilo no lo ganábamos nunca.

Voy a relatar ahora lo que pasó en el recinto del cine, un día que el cura nos estaba explicando la proyección de la película que íbamos a ver a continuación, bueno pues el alumno que yo tenía sentado justo detrás mía, se encontraba de risas y cachondeo, total que en un momento determinado el de la sotana dejó de hablar de improviso y a paso acelerado baja del estrado y por el pasillo se encamina hacia la zona nuestra, el que suscribe lo veía venir ya con la mano levantada y pensó "vaya tela la castaña que le va a propinar", pero conforme se acercaba se me fueron erizando los pelos, se me iba helando la sangre en las venas, porque el de negro traía los ojos fijos en mí, -joder, pensé todo lo rápido que pude, te apuestas que este "nota" se ha creído que era yo- y el tío seguía aproximándose son la mano levantada, me creí morir en ese momento, casi me da un infarto y eso que en esa época ni sabíamos que existían, total al llegar a mí me pareció que aun seguía mirándome, creo que me fui escurriendo en el sillón para adentro, pero el amigo gracias a Dios pasó al sillón de atrás y le largó dos bofetadas al causante que se estuvo relamiendo toda la película, por lo que a mí se refiere me estuvieron temblando las piernas durante toda la sesión, creo que tuve también un amago de colitis, joder que mal me lo hizo pasar aquel gachó de negro.

Quedan mas pero me haría muy pesado, solo comentar que pasado el tiempo conservan todas ellas un regusto especial cuando se recuerdan y se degusta su lado bueno.

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