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45. LOS EDUCADORES


Estoy completamente agradecido a aquellas personas vestidas con esas horribles sotanas de negro, que ejercieron de educadores en todo el tiempo que permanecimos en el Centro, en los largos e interminables cursos que convivimos con ellos, sin duda alguna fueron los encargados de potenciar nuestra formación humana, moral y por supuesto religiosa y después de los muchos años ya pasados puedo decir sin temor a equivocarme que lo consiguieron, aunque alguno que otro también es justo decirlo no daba la talla para estar educando jóvenes, a la gran mayoría les admiro profundamente y guardo de ellos un agradable recuerdo cargado de gratitud y reconocimiento.

Sabían estar en su sitio, reprenderte en el momento oportuno, darte el consejo que te hacía falta e interesarte por tus problemas cuando lo necesitabas cuando en ausencia de tus padres los cuales no los tenías a tu lado, ellos desempeñaban casi esa función.

Aun lo tengo grabado en la memoria porque la erosión del paso del tiempo aun no ha llegado a borrar, a los buenos curas D. Manuel Feijoó todo un buenazo, el Padre Vázquez Director en el último curso de Maestría en el Colegio Fernando de Herrera, cura joven y con ideas modernas que sabía comprender perfectamente nuestros problemas, todo un amigo, D. José Cid también por el estilo del anterior, D. Adolfo un poco bruto con cara de pocos amigos y del que decían las malas lenguas que estaba liado con una chica de la limpieza, no lo creo pero bueno si así era no está en mi ánimo el criticarle, hizo bien si así se lo pedía el cuerpo y un recuerdo especial, muy entrañable para D. Leoncio, aquel simpático pequeño cura que siempre estaba jugando con nosotros en nuestro primer año en Sevilla y antes de que terminara el curso marchó a proseguir su labor apostólica a la ciudad de Salta (Argentina) y a todos aquellos que aun no habiendo tenido la suerte de ser educadores míos destacaban porque eran todo un ejemplo como D. Guillermo, D. Gregorio.

También allí conocí un educados seglar apellidado Belda y que ahora no recuerdo el nombre, hermano de la mujer de un primo mío, aunque no logré conectar mucho con él porque ejercía sus labores en un Colegio distinto.

Desde estas modestas letras quiero dedicar un recuerdo afectuoso a todos estos hombres que velaron por nuestra educación, nunca estarán pagados por los miles y miles de jóvenes que aprendimos a ser mayores en la Universidad Laboral y en los que ellos tuvieron un cien por cien de culpa que así fuera, un abrazo muy fuerte lanzo al viento, seguro que llegará adonde os encontréis ahora, seguro que con otros jóvenes que necesiten de vuestra sabiduría y experiencia.

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