30. EL OLOR DE LOS LIBROS
Fueron cinco curso nuevos, con libros nuevos, ilusiones nuevas, todo empezaba nuevo, vaya tela marinera, otro nuevo curso se avecinaba, vaya calvario por delante sobre todos los primeros días, había que aclimatarse pronto pues si no perdías onda, te alejabas del pelotón de cabeza, que cuesta arriba se nos hacía, madre mía otra vez nueve meses de internado, había que acostumbrarse otra vez a la pesada rutina, a la incómoda pero muy lógica disciplina, había que conocer alguna nueva gente, nuevos profesores, nuevos educadores, tantas cosas teníamos otra vez que conocer y acostumbrarnos nuevamente, aquello era "duro" de verdad, pero coño no todo era negativo, también había que valorar las cosas que eran positivas en aquel valle de lágrimas, tenías un año mas, habías avanzado un curso, no te habían quitado la beca es decir ibas en el pelotón de cabeza, otros pardillos circulaban ya detrás de ti con un curso menos, te podrías sentir importante, "oye macho un respeto que yo soy de segundo eh".
Los primeros días y una vez te asignaban el aula que prácticamente iba a ser tu casa a lo largo de todo el curso, te repartían los nuevos libros de texto que iban a ser tus fieles compañeros a lo largo del mismo, tus pesados compañeros de viaje, "María Santísima las Matemáticas con el asco que les tengo", "Has visto la Física, macho, esto no hay quien lo entienda", lo único agradable en esos momentos era el olor que desprendían, eso nunca lo olvidaré, un olor especial, un efluvio mágico, con el tiempo y después de tanto manosearlo desprenderían su aroma, aquel aroma peculiar a nuevo, a virgen, era el tiempo de aprovecharse, todo era nuevo, hasta tus amigos los tenías sentados orilla de ti otra vez, todo empezaba de nuevo, con tus mismos problemas, las mismas ilusiones del año pasado, oliendo igual que tú los nuevos libros que habían repartido y todos mirando hacía fuera por los amplios ventanales, con la mirada traspuesta, perdida en el lejano horizonte, como queriendo degustar los últimos días de vacaciones pasados y de los que tanto nos acordábamos.
Había que conocer nuevamente a los profesores que nos tocarían en suerte, ¿nos tocaría la bestia negra de turno?, - no jodas macho, no seas gafe-, -pues dice radio macuto que si..-, se sucedían entonces los momentos de tensión, a esperar las pisadas y a ver quien aparecía por el marco de la puerta, era como estar esperando el verdugo que te fuera ajusticiar, -vaya hombre con este hemos tenido suerte-, -la madre que parió con este estamos arreglados, maldita sea nuestra suerte-.
Y allí en ese compás de espera, mientras esperábamos profesor tras profesor y nos penetraba el aroma de los libros nuevos, antes de que nos penetrara, ese era otro cantar, las fórmulas que contenían, entre bromas y mas bromas, los compañeros que formábamos el aula, con el olor de los libros nuevos flotando en el ambiente y hechos una piña nos contábamos unos a otros nuestras aventuras veraniegas queriendo disimular de esta forma la morriña que albergábamos en nuestro interior y que iría desapareciendo a medida que el olor de los textos asimismo se disipara.
Me encanta recordar estos momentos, nunca quisiera olvidarlos, son míos, solo míos, me pertenecen.
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