Mis libros >> Aproximación al Recuerdo >> 3

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3. TROMPITOS SALESIANOS


Al poco tiempo de estar en aquel Centro oí la palabra “trompitos” y me pregunté que quería decir aquello, pronto lo adiviné resulta que eran los garbanzos que se cocinaban y degustábamos  allí, pero no supe saber como fue que se les puso ese nombre y porqué razón, lo que si era cierto que allí en la “Uni” a los garbanzos se les decía trompitos, y que de verdad eran tan famosos como la torre alta que nos vigilaba, poco llegó a faltar para que los colocaran como la mascota del Centro, porque a ver quien fue el guapo que no degustó los famosos trompitos.

Cuando llegaba la hora de la comida y los estómagos de los mil y pico jóvenes empezaban a clamar, en aquellos momentos un aroma inconfundible del plato del día, que precisamente era “trompitos” atravesaba todos los rincones y rendijas de los Colegios y aulas y se introducía en nuestras pituitarias, allí donde se estaba impartiendo la última clase de la mañana, que por supuesto ya ni atendíamos, solo esperando que tocara la sirena para ir velozmente a los comedores y dar fin rápido del almuerzo.

Cuando el traspello se iba apoderando de todos nosotros, cuando cada minuto se hacía eterno, cuando las fórmulas químicas y las ecuaciones las confundíamos con apetitosos bistecs de ternera, de aquellos que solo comíamos los domingos y fiestas de guardar, cuando se nos iban abriendo bocas que mas bien parecían túneles, esperando encontrarnos rápidamente ante el plato humeante como manjar de la gloria, pues entonces ¡vaya desilusión!, ¡vaya castaña que nos aguardaba!, con el hambre que teníamos, joder que mala suerte, también ese día había “trompitos”, que le íbamos hacer paciencia otro día mas, porque hay que ver lo malos que estaban los puñeteros, habría que hacer de tripas corazón, los cocineros se cubrían de gloria, la madre que los parió que descansaos se tenían que quedar. Pero allí estábamos los triperos como yo para dar cuenta de ellos y vamos que dábamos cuenta no quedaba ni uno por muy duro que estuviera.

En honor a la verdad, la alimentación no estaba mal, un poco repetitiva sí, pero no nos podíamos quejar, aunque de vez en cuando llegara a nuestra boca aquellos platos de trompitos que hicieron época y crearon “mesa” allí en la “Uni” y como el que suscribe se considera un poco “masoca”, sobre todo en lo que se refiere a saborear los recuerdos, que no daría ahora por jalarme un plato de aquellos trompitos, por degustar aquel manjar, por volver a comer un plato de aquellos “trompitos salesianos”, en este momento lo daría todo, lo cambiaría por cualquier otro manjar, sin duda alguna lo cambiaría, de ello doy fe.

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