Mis libros >> Aproximación al Recuerdo >> 28

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28. LAS BOFETADAS


Bien sabe Dios que no me gusta que los conflictos se resuelvan a puñetazos, pero aquella noche y como se diría en palabras de argot boxístico, hubo gran velada de boxeo, cuerpo a la lona y K.O. fulminante, particularmente deseaba que se celebrara aquel combate, la verdad es que lo anhelábamos todos, que aquel botarate , que aquel malaje de coadjutor salesiano besara el suelo, que le contaran los diez segundos reglamentarios, fuera humillado de la forma que lo fue, aquel tío mamarracho, malasombra y aun creo que me quedo corto, y que conste que a mi no me hizo nada, sin embargo que mal nos caía a todos aquel pájaro, aquel portugués llamado Enrique porque no me da la gana de anteponerle el Don, no lo merece, encima ni era cura ni era nada y a saber lo que era aquel personaje.

Este elemento que hacía las veces de educador sin tener la mas mínima educación acostumbraba a hacernos la vida imposible, vigilándonos de vil manera a todos los alumnos, echándonos la bronca al dos por tres y sin motivo o razón, recuerdo que se ponía a la entrada de las aulas durante el estudio y allí escondido esperaba a que alguien alzara la voz o cualquier cosa sin importancia, para entonces entrar de improviso y quitándose las gafas en ademán rápido incrustaba la mirada en el infractor y así la mantenía un largo rato, el alumno que le había tocado la china esa vez pobrecillo, medio acojonado, claro que al final como ya conocíamos sus rarezas que querían demostrar una superioridad, que en todo caso era falsa nos partíamos de risa cuando se marchaba, pero la verdad es que absolutamente todos le llegamos a tener un odio mayúsculo, la suerte para él es que nos cogió en el primer o segundo curso, en que éramos unos niños, claro que pronto se encontró con la horma de su zapato.

Así que aquella noche, la prevista para la velada de boxeo, cuando subíamos a los dormitorios para descansar después de haber recibido las buenas noches correspondientes, fue testigo en primera fila de aquel directo al mentón que dio con el contrincante en la lona, subía un alumno llamado Velasco que pertenecía a otra aula distinta a la mía, pero era muy conocido pues era todo un atleta, campeón de la Universidad de lanzamiento de peso, jabalina, y de todo lo que hubiera que lanzar, además de boxeo como lo demostró aquella noche, asimismo el malaje de Enriquito subía detrás de él y algo le iría diciendo para pincharle porque le tenía una envidia que se moría, el tal Velasco se giró de golpe y le propinó tal puñetazo al cabestro portugués que cayó rodando escaleras abajo, vaya tumulto y jaleo que se armó, vaya cara de satisfacción que se nos quedó a todos, luego nos fuimos enterando que el puñetero luso le hacía la vida imposible y todo al parecer por una marmota (chica de servicio) que allí en el Colegio limpiaba y que no le hacía ni puto caso y con el amigo Velasco hacía buenas migas y eso al portugués le encendía la sangre, si es que tenía, y esos pequeños celos le causaron la consecuencia de aquella "mascá" que seguro aun se estará acordando y rascando, eso espero.

Esa noche fue inmensamente feliz, todo el Colegio fue feliz, dormimos como bebés recién nacidos, al Enrique se le fueron bajando los pocos humos que le quedaron y creo recordar que fue trasladado de Colegio, no fuera que alguien quisiera emular otra vez a Classius Clay.

Al alumno Velasco no le hicieron nada de especial, no le formaron ningún expediente, quizá alguna regañina por aparentar, pero la verdad es que el portugués no le caía bien ni a sus propios compañeros los curas.

Gracias Velasco, nos quitaste un gran peso de encima, mira que era plasta aquel elemento, supongo que habrá cambiado su forma de ser a lo lejos de su vida, para su bien y el de los alumnos que después tuvieran que soportarlo

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