Mis libros >> Aproximación al Recuerdo >> 27

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27. LOS EXÁMENES


Como a cualquier estudiante que se precie y aun ahora en la actualidad que no lo soy, la palabra exámenes me sigue poniendo los pelos de punta, pero cuando a mis catorce años y en adelante cuando empecé a pasar por esas pruebas, a tener la espada de Damocles continuamente orilla de mi pescuezo, a sentir la guillotina siempre preparada para cortar cabezas, entonces era cuando empezaba el dilema, entonces entraba en trance, todos los meses a finales con matemática regularidad llegaban los temidos exámenes, al trimestre los trimestrales y por Junio los finales y en ese momento a jugártelo todo a una carta, porque es de todos sabido los que pasamos por allí que en las notas finales no podías tener tres "calabazas" era demasiada cosecha para tu huerto, pues de ser así ya no tenías la oportunidad de Septiembre, perderías la beca y a tu casa y eso no era solución, al que le suspendieran dos las podría recuperar en Septiembre. yo tuve la suerte, gracias a Dios que aprobé todas en Junio, la verdad es que a costa de estudiar mucho, una burrada, aunque no era mal estudiante, y a pesar de tener que aguantar algunos que si era un empollón, que si esto que si lo otro, de todas formas esto último no me importaba, yo lo que deseaba era aprobar el curso y que no me quitaran la beca para el año siguiente, como la inmensa mayoría de los que allí nos encontrábamos, máxime siendo el régimen docente en el Centro bastante serio, ya que por ejemplo en mi primer año en la Laboral y en mi recordada aula de Químicos 1º H, de 50 que la componíamos al principio pasamos al curso siguiente si mal no recuerdo 24, así que el asunto no era para reírse ni mucho menos.

A la semana de exámenes le tenía pánico, horror, desde que empezaban me acompañaba un peso en el estómago como si me hubiera tragado una bola de plomo, que no me dejaba comer ni respirar, comer sobre todo pues se me quitaba el hambre y si alguno no me salía lo bien que yo quisiera entonces anímicamente lo pasaba muy mal, recuerdo que cuando era Matemáticas enemiga mía a muerte, dos horas antes de levantarme de la cama ya me encontraba dando vueltas y mas vueltas, una verdadera pesadilla, ya que la dichosa asignatura era y es de las que estudiándola como un loco podías fallar debido a la complejidad de sus problemas o fallabas en alguna operación, así que con el corazón encogido por el nerviosismo, bajaba al comedor y por muchos esfuerzos que hacía, el pan restregado con mantequilla no me entraba ni a la de tres, allí se quedaba, el esófago se me cerraba a cal y canto, los nervios me atenazaban, me amordazaban, mi personalidad quedaba esposada, luego cuando el profesor enunciaba los problemas y los temas a desarrollar normalmente los nervios desaparecían, nunca me explicaré aquellos compañeros míos que aparentemente se encontraban tan tranquilos, no podía ser, claro la procesión iría por dentro, aprovechando este tema creo recordar, aunque no el profesor que lo hacía, no lo hago por temor a equivocarme que cuando teníamos examen con él las preguntas las empezaba a enunciar por el pasillo, cincuenta metros antes de entrar en el aula, así que cuando la sirena anunciaba el inicio de la clase, entre todos nos imponíamos un silencio sepulcral, allí no se oía una mosca, solo el latir apresurado de nuestros corazones, porque de otra forma alguna pregunta quedaría en el tintero, casi apostaría que el autor de esto fue D. Rodrigo Cota profesor de Tecnología Química, estoy casi seguro, vaya tela que tío este.

El estado de tensión descrito a consecuencia de los exámenes, lo he observado como si fuera una fotocopia mía en mi hija Carmen Josefina, mi perfecto doble, cuando tenía examen no había quien la aguantara, yo creo que aun me superaba.

Algunas veces y después de tanto tiempo el subconsciente aun me juega malas pasadas, algunas veces y en sueños, gracias a Dios que era así, he vuelto a pasar por aquellas situaciones de los exámenes, he vuelto a notar, a vivir con una nitidez, con una claridad bárbara el amargo sabor de esos instantes y he dado un brinco en la cama, sigo siendo alérgico a ello, en una décima de segundo he creído que estaba sentado delante de un pupitre con el folio delante y la cara seria del profesor dispuesto a lanzar las preguntas, al momento he vuelto a la normalidad y me ha quedado el susto mezclado, aleado con la melancolía de saber que no es verdad, que era todo un sueño.

"Lunes y martes agua con patatas miércoles y jueves agua con arroz sábado y domingo para andar ligeros la ración de uno la dan para dos madre manda comida y dinero porque si no yo me muero sin ninguna solución novia no me mandes ningún beso mándame pan con un queso y un buen trozo de jamón."

Desde aquí un recuerdo muy cariñoso a todos los triperos como yo que solo pensábamos en la comida y en contar también los minutos que faltaban para subir al comedor y un recuerdo muy especial también a todo el personal de cocina y ayudantes que nos hicieron saborear y degustar aquellas comidas de la "Uni".

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