Mis libros >> Aproximación al Recuerdo >> 26

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26. MISA DIARIA


En la actualidad, lo reconozco, la verdad es que me aburre un poco el ir a misa, la encuentro un poco tediosa, por tal motivo casi no asisto y sé que por eso no dejo de ser creyente, al contrario, creo que la verdadera fe, se muestra cada día, haciendo el bien al que puedas, ahí radica bajo mi punto de vista el ser católico, aunque esto que digo es sumamente difícil, hacer el bien es inmensamente complicado, se intenta al menos, pero hubo una época en mi vida y de la que estoy muy orgulloso, bien lo sabe Dios, la de estudiante en Sevilla, que al estar educado por curas salesianos, todas las tardes a las ocho y al terminar el estudio, todos absolutamente todos y por obligación nos introducíamos en las capillas y escuchábamos la misa diaria, tampoco nos costaba mucho trabajo, era como una rutina diaria, para mi nunca fue sacrificio, así estuve tres primeros años, a misa diaria, después en los dos siguientes cuando realizaba la Maestría en los Colegios Alfonso el Sabio y Fernando de Herrera y ya al ser algo mayorcitos dejaron que decidiéramos por nuestra cuenta y era totalmente voluntario el asistir.

Tengo que decir y con arreglo a la experiencia que me dictan mis años, que nunca hablaré mal de los que me obligaron a asistir a misa, pues esos momentos que pasé día a día en la capilla, en la apenas media hora que duraba, aun los recuerdo hoy con infinidad de nostalgia, allí sentado meditaba mi comportamiento durante la jornada, lo bueno y lo malo que me había pasado, los problemas que había tenido que superar o que me esperaban al día siguiente, allí junto a la Virgen Auxiliadora dedicaba un recuerdo y dedicaba una oración por mis seres queridos que se encontraban a muchos kilómetros de distancia, resumiendo, que aunque algunas veces me costara algo entrar o sentía algo de aburrimiento o ganas inmensas de que terminara para poder subir a continuación al comedor para poder dar cuenta de la cena, creo que era como una obligación que rompía la monotonía de tantas horas de clases y estudios, sé que muchísimas veces me sentí muy bien allí en ese rato y salí de allí con renovados bríos y me sacudí el desánimo que pudiera haber entrado acompañándome.

En el lugar sagrado todos los integrantes del colegio cantábamos alguna canción religiosa y también nos contábamos algún chisme, evitando y escondiéndonos de la mirada del cura que vigilaba el total silencio, aún así repito que me gusta mucho recordar esos instantes que pasé en las capillas que tenía cada Colegio y en los años que el acto era voluntario, muchas veces asistí, porque en ese corto periodo de tiempo que pasaba dentro de sus paredes, sentía una sensación de paz que nunca ya he vuelto a notar y bien que lo siento.

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