17. HAMBRE NO, NECESIDAD
El momento mas importante del día llegaba a la hora de la comida y la cena, por lo menos a lo que a mi respectaba, era el del papeo, el de menear el bigote a diestro y siniestro, y eso que aún carecíamos por lo general de el, llegado el esperado momento, ya me encontraba yo allí el primero, en esos asuntos seguro que no me despistaba, mi pituitaria, mi sentido del olfato se excitaba al máximo al olor de los platos de la comida, a ese olor que trascendía al exterior, era y sigue siendo mi punto débil, una ansiada necesidad.
Allí sentado frente al plato de garbanzos (los llamados trompitos), las judías, etc. y en mesas de cuatro nos repartíamos las viandas que nos servían como buenos hermanos, y que llegaban aún calientes gracias a un sistema de aproximación rápida por unos pasillos que comunicaban con las lejanas cocinas, y nos cambiábamos los alimentos que mas nos apetecían, porque hambre la verdad que no pasábamos, pero en cambio pasábamos necesidad, necesidad de cambiar la monotonía diaria de las mismas comidas que llegaban a hartarte a final de curso, necesidad de degustar algún día algún plato nuevo, algún manjar exquisito, necesidad de olvidar para siempre los trompitos, si no recuerdo mal hasta los domingos era el mismo menú, siempre arroz con pollo de primer plato y segundo un bistec, era apetitosa, pero todos los santos domingos lo mismo, joder ya te cansabas, pero que conste repito que yo nunca pasé hambre, claro que yo no paso hambre ni en el desierto soy capaz de comerme la arena, primero porque gracias a Dios tenía y tengo un buen saque y segundo porque la comida no era escasa y para ser justo tengo que decir que para dar de comer a dos mil personas que allí estábamos los cocineros tenían que ser unos artistas, claro que llegaba un momento en que te acordabas una inmensidad de las comidas que te preparaba tu madre, cuantas veces me acordaría de los potajes y los guisados que me hacía mi mamá.
Algunas noches nos preparaban unos pescados fritos que parecían tiburones, pero a mi me estaban muy buenos, claro yo muerto de hambre no era de extrañar, con un primer plato de sopa y segundo el pescado, pues mi estómago glotón me rascaba, así yo me inventaba mis mañas y el pescado se lo cambiaba a otro comensal al llamado Fernando Muñoz Martínez "Musculitos" y yo le daba a mi vez el postre que consistía en unas pastas, así que me jalaba para mis adentros los dos pescados y me quedaba mas satisfecho que un general con mando en plaza, por las noches soñaba con ballenas y tiburones.
Siempre deseé que llegara el buen tiempo pues el primer plato en Sevilla es el gazpacho, la manera de empezar la comida, tendrían que hacerle un monumento a ese plato en el centro de la ciudad o dedicarle una calle, la verdad es que me encanta ese plato andaluz, yo no sabía que era eso del gazpacho pero pronto lo aprendí , y si se podía repetir me jalaba los platos que fuera, me estaba buenísimo y me sigue estando, en mi casa en el verano no me falta mi mujer me los hace riquísimos.
Ahora me viene a la memoria una canción popular que cantábamos en los autobuses y aplicada a las comidas y que mas o menos decía así:
"Lunes y martes agua con patatas
miércoles y jueves agua con arroz
sábado y domingo para andar ligeros
la ración de uno la dan para dos
madre manda comida y dinero
porque si no yo me muero
sin ninguna solución
novia no me mandes ningún beso
mándame pan con un queso
y un buen trozo de jamón."
Desde aquí un recuerdo muy cariñoso a todos los triperos como yo que solo pensábamos en la comida y en contar también los minutos que faltaban para subir al comedor y un recuerdo muy especial también a todo el personal de cocina y ayudantes que nos hicieron saborear y degustar aquellas comidas de la "Uni".
Anterior || Siguiente
|