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14. POR LA FERIA SIN UN DURO


No sé si habrá mas tormento en esta vida que pasear por una feria sin llevar un duro en el bolsillo y contemplar a toda la gente disfrutando como enanos y si encima esa feria es la de Sevilla entonces es ya el colmo, pues efectivamente el que suscribe esto como seguro muchos en mi misma situación se ha paseado por sus animadas calles totalmente engalanadas de farolillos, de luz y de alegría, a verlas venir o a ver si caía algo del cielo o de donde fuera.

Justo en el mes de Abril, todos los años claro está , se celebraban y se celebran las Ferias de Sevilla, yo con mis catorce años y como desde Enero a Junio una vez terminado el curso, no volvía de nuevo a mi domicilio, tenía la dicha de pasar la Semana Santa y la Feria en esa bendita tierra sevillana y vivirlas en ese ambiente sinigual, único.

La Semana Santa, la viví y como no pude ir a mi Cuenca durante esas vacaciones, en casa de unos amigos de mi familia, en casa de Carmela y José, que buena gente son, que grandes amigos, no hay palabras ni expresiones suficientes para agradecer todo lo que hicieron por mi y lo bien que se portaron conmigo, rebosando cariño por todos los sitios, desde aquí les mando un millón de gracias, siempre estarán en mi pensamiento.

Sin embargo la Feria y al no ser éste tiempo vacacional y estar en el colegio, las disfrutábamos cuando salíamos a Sevilla los sábados y domingos, nada mas pisar tierra en la Pasarela, y como allí justo se encontraba el Real de la Feria empezaba la tarea de dar vueltas, vueltas y mas vueltas, mas que "un maricón en una feria" como vulgarmente se dice, porque nuestra economía como es de suponer era muy floja y no era plan de gastarse los veinte duros que teníamos para pasar el mes y que tanto trabajo les costaba mandarnos a nuestros padres.

Un tormento, lo he dicho antes, un auténtico suplicio, una tortura continuada, dar vueltas y mas vueltas, no aconsejo a nadie ir a disfrutar de la feria de Sevilla sin llevar un duro en el bolsillo, como yo he paseado, viendo a la gente como se ponía ciega a vinos finos, cerveza, gambitas, trozo de jamón y otras delicias en las típicas casetas, y tú con unos ojos escapándose de las órbitas, soñando que alguna persona misericordiosa te dijera "venga chaval te invito a tomar una tapita", no caía esa breva, claro está.

Creo recordar que existía una caseta que se llamaba "Los Económicamente Débiles", que estaba hecha para universitarios y allí alguna vez tomamos algo, poca cosa pienso, y así pasábamos la tarde observando el inmenso y animado bullicio de la tarde, mirando boquiabiertos las guapísimas niñas ataviadas con el traje andaluz, los coches de caballos con gente bien vestida y seguro con la cartera bien repleta de duros, la verdad es que intentábamos lo mejor que podíamos, hasta que cuando empezaba a llegar la hora del regreso, sobre las ocho a las nueve no recuerdo bien, otra vez la Pasarela era el punto de reunión y encuentro de todos los laborales, allí en Parque de San Sebastián quedaba la juerga, nosotros otra vez a coger aquel feo autobús que nos transportaba nuevamente al encierro mientras Sevilla seguía engullida en el trajín de su fiesta sin acordarse de que cientos de sufridos jóvenes y con cara de envidia miraban por las ventanas de aquel vehículo rojo mientras daba el recorrido alrededor de la feria y salir por la calle Felipe II otra vez a enfilar la recta que le llevaría al aposento universitario, aquel lugar que esa noche nos parecía mas fúnebre que nunca.

Hace dos años volví a Sevilla en su feria de Abril, lógicamente de otra forma distinta, no con los bolsillos repletos de billetes, todo hay que decirlo, pero con una ilusión por volver a recordar aquellos momentos maravillosos que allí pasé y aunque paseara sin un duro en el bolsillo.

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