Mis libros >> Aproximación al Recuerdo >> 11

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11. MISERIA EN TORREBLANCA


Hubo cierta época en mi estancia en el Centro que cuando llegaban los sábados por la tarde, benditos sábados aquellos, que en unión de otros amigos y compañeros de los que recuerdo principalmente a Julio Fernández Saiz y con el debido permiso y agrado de la dirección del Colegio al cual pertenecíamos, nos encaminábamos al barrio de Torreblanca, barrio, si así se le podía llamar por aquel entonces, situado en los extrarradios de Sevilla (como siempre están situados los barrios marginales de las grandes ciudades), y no íbamos allí a pasar la tarde en plan de excursión ni a hacer turismo o a recrearnos de la miseria que allí se masticaba, marchábamos con todas nuestras buenas intenciones a llevar un poco de comida, ropa y otros objetos y en principal a ayudar a toda aquella gente que habitaba allí en barracones de madera.

A decir la verdad yo acompañaba, tampoco era un responsable de toda aquella acción, en mi defecto tengo que decir que nunca he tenido el don de organizador, el embarcarme en cualquier tipo de obra casi siempre lo he dejado para que lo hicieran otros, en este caso que era como una especie de Cáritas, uno de los responsables era el ya citado Julio Fernández, al que bautizamos como Julius Napolitanis, buen compañero éste y que hace poco estuve visitándolo en la ciudad de Santander donde reside, algo bruto si que era si, a decir la verdad bastante bruto, pero repartido a partes iguales con el de buen corazón, ah y se me olvidaba muy buen jugador de balonmano, (Posteriormente a la escritura de este capítulo me llegó la terrible noticia que el gran Julio Fernández de quien hablo, había muerto a consecuencia de un accidente, Dios lo tenga en su gloria porque lo merece sin duda).

Así que llegados los sábados y cargados con bolsas de alimentos y otros efectos y a campo a través, nos dirigíamos al barrio distante de la Universidad unos kilómetros, no podría precisar ahora cuantos, para alegrar en lo que fuera posible a los habitantes del barrio por aquel entonces mas humilde de Sevilla, aun recuerdo la pobreza que se palpaba en aquel lugar, me dejó bastante impresionado entonces, las casas de madera y el barro y la porquería por todos los sitios, todos los sábados nos esperaban como agua de mayo, sobre todos los niños, en esos momentos sentía un escalofrío helado correrme mi espina dorsal, con lo poco que llevábamos cuanto bien se hacía y cuanta ilusión se derramó en aquel lugar.

Bien es verdad que a nosotros también nos costaba un gran sacrificio, ya que toda la semana soportando clase tras clase y esperando que llegara el sábado como agua de mayo, y llegada la tarde y tener que dedicarla a esa loable obra, con todas las actividades y su variedad que había en la Uni, era un sacrificio, lo que no acierto ahora a recordar es cuanto tiempo estuve realizando tal misión, no creo que fuera mucho, pienso que no, que no hicimos lo humanamente posible, que no fuimos todo lo solidario que pudimos ser, en fin algo hicimos, lo que si llegué a pensar muchas veces a raíz de esas vivencias es que los que nos encontrábamos internos nos podíamos considerar unas personas afortunadísimas, como unos elegidos, teníamos todo lo que queríamos, hasta el aire que respirábamos nos lo pagaban y algunas veces aun nos quejábamos, en fin.

Hay una canción de aquella época llamada "Mi calle" del conjunto de moda "Lone Star", que recuerdo que al amigo Santos Gómez le gustaba tararear, que siempre que la he escuchado me ha transportado, me ha hecho viajar con la imaginación a las calles de aquel barrio.

Hoy, en la actualidad, con todo lo que ha cambiado la vida, con todas sus comodidades, su nivel de vida, sigue habiendo por desgracia "Torreblancas" en muchos lugares, siempre queda "sitio " para la miseria escondido en los extrarradios.

Un saludo en donde quiera que estén a todos aquellos que sacrificaron horas de su asueto en pos de una tarde feliz de unos niños, que Dios se lo pague con creces.

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